Ciudadanos frente a la prensa
Hace apenas tres meses desde que se presentaron en sociedad. Ciutadans de Catalunya se presentaba como una opción no nacionalista y de progreso para Cataluña. Una de sus promesas, velar por el bilingüismo real en la región y el apoyo a la pertenencia de Cataluña al conjunto de España. Su propuesta ha calado hondo y, salvando todas las dificultades, ha logrado hacerse un hueco en el Parlament catalán... y todo ello en un tiempo récord.
Los medios catalanes influidos directa o indirectamente por el tripartito, decidieron boicotear la propuesta de Ciutadans. "No hay mayor desprecio que no hacer aprecio", debieron pensar. Y allá que fueron: Ciutadans no ha existido en toda la campaña. Ni debates televisivos, ni espacios radiofónicos, ni apenas entrevistas en prensa. Nada. De hecho, ironizaban durante la noche de este pasado miércoles al ver cómo la prensa llenaba su sede... por primera vez.
Entre la Red, el boca a boca y una original campaña de cartelería con su cabeza de lista (que será posiblemente el primero en hablar en castellano en el Parlament) completamente desnudo, han logrado cautivar a un electorado cansado del nacionalismo catalán que representan la gran mayoría de las opciones políticas en la región.
1 comentario:
Interesante comentario hoy en prensa:
TONTOGENÉTICA
DANIEL CAPÓ
DIARIO DE MALLORCA
A principios de los años ochenta, el escultor vasco Jorge Oteiza teorizó acerca de la posibilidad de una evolución negativa, un darwinismo a la inversa consistente en la selección natural entre lo más inepto e inútil de cada generación: "La falta de sensatez que hoy sufrimos políticamente -afirmaba Oteiza-, sospecho que tiene que ser producto de siglos de una selección natural del tonto entre nosotros en servidumbre, incultura, en incultura política en concreto. Sólo de este modo se explica esta tontogenética vasca, selección natural al revés, con crecimiento, desarrollo, madurez e imposición de los más ineptos". Oteiza se refería, claro está, a la situación política vasca de aquellos años -una ETA crecida, el 23-F pendiendo como una sombra, la joven democracia española aún en ciernes- pero, en muchos aspectos, la idea de una tontogenética cultural y política aplicable a la realidad española no es una hipótesis absurda ni desdeñable. Son demasiados años de servilismo -"lejos de nosotros la funesta manía del pensar"- y de ausencia de tradición democrática e ilustrada, para que unos cuantos lustros de convivencia democrática hayan conseguido resquebrajar los vicios heredados. Las insuficiencias de la sociedad civil -con las escasas excepciones por todos conocidas- o la endogamia estructural de la clase universitaria española no cambian con el perverso efecto tsunami de las tertulias de café. El penoso estado de la educación secundaria sirve como reflejo exacto del bajo índice de lectura del país o del urbanismo regresivo que se ha aplicado durante el último siglo. Uno no puede culpar a los profesores -confunden ideología con cultura, permisividad con progreso- ni a los padres, cuando la sociedad premia el esfuerzo con el fracaso y la excelencia con el exilio. La radicalización de la vida pública catalana, por poner otro ejemplo, se destaca sobre un fondo de renovada confrontación civil en todo el Estado.
Antonio Garrigues Walker no nos consuela al asegurar que el fenómeno de la corrupción avanza de una manera espectacular y poco corregible. Es, me temo, la lógica inherente a la ausencia de una tradición cultural sana. Sólo la tontogenética permite explicar que una sociedad premie la corrupción, la endogamia y el clientelismo en lugar del esfuerzo, la innovación y la calidad. Jorge Oteiza, una vez más, lo definió de un modo insuperable: "El atraso de España es fruto del subdesarrollo de la conciencia profesional y de la iniciativa y de la libertad individuales".
Quizá sea en este marco de frustración generacional, a la que se ven abocados amplios segmentos de las clases medias urbanas, donde se pueda situar una iniciativa como Ciutadans. Aparentemente, el movimiento surgió como una revuelta de las elites intelectuales del país -de las elites, entiéndase, no mensualizadas por ningún poder- para modernizar el discurso y el ideario del sistema político español. Ahora queda por ver hasta qué punto serán capaces de impermeabilizarse ante el riesgo de los arribistas y los cantos de sirena de la extrema derecha, sea mediática o no. En última instancia, el futuro de cualquier partido pasa por su transversalidad y por su capacidad de aunar voluntades. Y eso supone huir de la demagogia, espantar a los vivales y no convertirse en un producto de diseño al servicio de las ideas de siempre. Ya veremos en qué queda
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