Javier Tallada o por qué todo acuario necesita su tiburón
Talladismo, dícese de aquella fórmula de inversión bursátil inventada por don Javier Tallada consistente en aplicar tres principios rectores principales, principios extraídos de las más avanzadas teorías del comportamiento humano.
Uno: El mercado cree en la valoración pero actúa desde la especulación.
Dos: Lo relevante es el continente, no el contenido que vendrá después.
Tres: El límite entre lo correcto y lo reprobable está en función del beneficio que se deriva para mi bolsillo.
Talladismo. Neologismo del siglo XXI. Que tome nota la Real Academia.
Porque vamos a ver. Uno se hace con una carcasa de bolsa que es Avanzit, cuya única historia es la de unos créditos fiscales que los auditores discuten si serán recuperables. Ya se tiene el juguete. Luego se dedica a meterle contenido por debajo en una especie de batiburrillo que va desde la producción audiovisual a la navegación por satélite, que hay que aprovechar el adagio de nuestro tiempo: mucha información pero poco conocimiento.
Se gestionan adecuadamente las expectativas. Ejemplos: Navento, el localizador, generará 60 millones de Ebitda al año por cada millón de usuarios, casi nada; palabra de Junta General: la división audiovisual está en el punto de mira de grandes grupos de comunicación, por si cuela; entrevista en El Mundo, sacaré a bolsa la división tecnológica aunque no lo haya discutido el Consejo. Toma ya. Buen gobierno se llama esto. Y a acción calentita, compras adicionales con papelitos. Recuerdos de otra época.
Y entre tanto, el a más a más. Dar en préstamo sus acciones en un momento de extraordinaria volatilidad de Avanzit que lo que realmente necesita es un mensaje de ortodoxia de su principal accionista. O un 1% de Jazztel de ida y vuelta al más puro estilo sell the fact al mercado y sell again aprovechando el runrún, coincidiendo con que la compañía de comunicaciones está en el ojo del huracán. ¿La CNMV? Pues a las patatas. Tragaderas de elefante.
Acabando. Qué me dicen del efecto listing. Porque una de las características principales del Talladismo es que aprende rápido de las actuaciones de los demás. Coloco en bolsa, liberado, dividendo en especie, un 15% de la antigua Telson, ahora CECSA, a la que valoro en 650 millones de euros (que no está nada mal teniendo en cuenta que esta división supone el 60% de mi resultado bruto de explotación y el EBITDA que yo mismo estimo para el conjunto de mi negocio se sitúa en los 49 millones de euros 2007) y tengo un porcentaje de capital lo suficientemente estrecho como para poderlo controlar -en definitiva los titulares de las acciones no son sino mis socios-, y poner en valor -mediante una gestión bursátil adecuada- a la matriz mediante una aproximación ficticia del valor de la filial. Redondo.
Es verdad que el mercado descuenta expectativas trayéndolas a valor presente. Y dicho valor depende de cuáles sean los flujos de caja futuros, el tipo de interés que se aplique y la tasa de crecimiento a perpetuidad que se estime. Y ahí uno puede hacer todos los cambalaches que quiera de cara a sus accionistas, al regulador o a la parte de prensa hipnotizada por el personaje, que todo acuario necesita su tiburón. Pero los hechos son los que son: a cierre de 2006 Avanzit incurría en causa de disolución al tener pérdidas superiores a los dos tercios de su capital social, la mayoría de los resultados eran no recurrentes y sus ratios eran y son estratosféricos. Ha fichado a gente competente pero, aun así, el fin de la historia de terror empresarial, como Tallada define Avanzit, puede convertirse en una historia de terror bursátil al menor desliz. Queda dicho.
Utilizado en Avanzit y Valero, cara y cruz
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